Mientras volaba sobre el vasto e interminable océano, me maravillaba ante la belleza de las olas bañadas por el sol. La extensión de agua se extendía hasta el horizonte, una hipnotizante danza de luz y movimiento. Pero lo que realmente me llamó la atención fue la multitud de seres humanos que nadaban contra la corriente. Nadaban con determinación, sus rostros grabados con determinación, pero había una sensación palpable de cansancio entre ellos.
Curioso y divertido, les llamé, mi voz retumbando en el aire. "¡Mirad arriba! Hay un camino más fácil". Pero mis palabras fueron tragadas por el viento, sin ser oídas ni percibidas por los de abajo.
CAPITULO II. LAS ROCAS DE LA REALIDADDecidido a llamar su atención, comencé a arrojar guijarros al agua. Las pequeñas salpicaduras fueron recibidas con irritación más que con atención. Así que cogí piedras más grandes, con la esperanza de que las perturbaciones más grandes les hicieran detenerse y mirar hacia arriba.
Pero en lugar de despertarlos, las piedras sólo aumentaron su lucha. Parecían molestos, incluso enfadados, y cada impacto no hacía más que intensificar su determinación de nadar con más fuerza. Algunos empezaron a curarse las heridas, llevando sus luchas como identidades, viéndose a sí mismos como víctimas de una fuerza invisible.
Los recién nacidos aparecieron, con sus ojos abiertos de par en par por la inocencia, uniéndose rápidamente a la multitud. Imitaban las acciones de los que les rodeaban, sin saber que existía un camino diferente.
CAPITULO III. EL CAMBIO DE LA RENDICIÓNDe vez en cuando, un nadador llegaba a un punto de agotamiento y se rendía. En ese momento, la marea cambiaba para ellos. Dejaban de luchar y empezaban a flotar, llevados suavemente por la corriente en la dirección opuesta.
Estos individuos formaban grupos más pequeños, alejándose de las masas. Ya no resonaban con la gran multitud, cuya atención seguía centrada en la incesante lucha contra la marea. En su lugar, estos grupos más pequeños pasaban el tiempo reflexionando, comprendiendo y abrazando el flujo de la vida.
CAPITULO IV. LA REVELACIÓN DE LA ISLAMientras flotaban y reflexionaban, una isla comenzó a emerger en el horizonte, antes oculta a la vista. Mirando en la dirección correcta, ahora podían ver lo que antes les resultaba invisible.
La isla representaba su verdadero yo, el propósito de su vida. Emocionados y motivados, empezaron a nadar hacia ella, sus brazadas ahora en armonía con la corriente de apoyo.
CAPITULO V. EL FLUJO DEL PROPOSITOCon la marea ayudando en su viaje, nadaron sin esfuerzo, en el flujo de la vida. Las luchas del pasado parecían recuerdos lejanos, reemplazados por un sentido de propósito y dirección.
Los observé desde arriba, con el corazón henchido de orgullo. Al verles abrazar su verdadero camino, les levanté el pulgar, en señal de felicitación y aliento.
CAPITULO VI. SURFANDO HACIA EL DESTINOA medida que se acercaban a la isla, las olas se transformaban en una fuerza poderosa pero suave, que los impulsaba hacia adelante. Comenzaron a surfear sobre la cresta de las olas, cabalgando con alegría y regocijo hacia su destino.
El viaje los había transformado. Lo que comenzó como una lucha contra la marea se convirtió en una danza armoniosa con ella. Habían encontrado su verdadero yo, su propósito y el sentido de la vida.